El sencillo mensaje de Dios

Qué sencillo es y qué difícil lo hacemos los hombres. Que sencillo es el mensaje que Dios nuestro Señor nos dejó por medio de su hijo Jesucristo, y que difícil lo hacemos los hombres al intentar explicarlo… y al intentar comprenderlo. 


El mensaje es muy claro, o así lo siento yo: Sed felices disfrutando de las cosas sencillas y de las cualidades personales que he puesto a vuestro alcance, y agradecédmelo siempre que tengáis ocasión. Así sentiréis mi amor, y esto os ayudará a ser útiles a los que tenéis cerca, de una forma honesta y alegre, que será el reflejo de mi amor por ellos. Es así de sencillo. Agradecer y servir. Agradecer y servir, diariamente.

 

Pero los hombres lo complicamos todo. Claro, somos imperfectos… Cuánta palabrería en exceso, cuánta incoherencia entre lo dicho y lo hecho, cuánta terminología indescifrable para la mayoría de la gente, para al fin y al cabo decir una sola cosa tan simple: Agradecer y servir.

 

Estoy convencido de que es más fácil estar cerca de Dios a las personas sencillas. Sencillas y agradecidas. A Dios le pido todos los días esa sencillez, y la humildad suficiente para ser agradecido, estar cerca de Él, y así poder servir y ser útil a los que tengo cerca.

 

Desgraciadamente éste mensaje es imperfecto, porque el que lo escribe es imperfecto, ya que no siempre puede respaldar las palabras con la coherencia de las obras, y eso, como es lógico, no se entiende bien. Así ocurre con todas las personas a las que podamos escuchar hoy día este mensaje, ya que nadie es perfecto. Ni siquiera los sacerdotes y miembros de la jerarquía de la Iglesia que en innumerables ocasiones se han perfeccionado renunciando a si mismos para fines mayores, están libres de hacer las cosas mal, por el mero hecho de ser humanos, y pueden así enturviar el mensaje que tienen encomendado transmitir. Pero Jesucristo, que es la fuente, sí nos transmitió bien el mensaje. Porque lo que dijo se vio respaldado por la coherencia de sus obras en todo momento, y es por ello que su mensaje, gracias a Dios, sigue teniendo vigor dos mil años después de haberse emitido.