El martes pasado tenía el mediodía libre y llamé a un par de amigos para quedar pero no podían, con lo que se me pasó por la cabeza la idea de que la inteligencia artificial pronto prestaría el servicio de una amistad ”artificial”. Si obviamos los peligros que ello comporta, sería de mucha utilidad el disponer de una aplicación con la que en cualquier momento pudieras disponer durante todo el tiempo que quisieras de un amigo que te escuchara atentamente y que memorizada rigurosamente todos tus problemas, todas tus angustias, todos tus intereses, todos tus gustos, todo sobre ti, que pudieras desahogarte en los momentos de debilidad, o pudieras consultarle sobre las decisiones óptimas a tomar sobre tu propia vida en cada momento y sabiendo que no se le iba a olvidar ningún detalle de tu pasado del que hubiera tenido conocimiento.
Mi sorpresa ha sido que eso ya está ocurriendo. Buscando en internet di con una aplicación que se llama Paradot (seguro que hay muchas más parecidas intentando hacerse un hueco en el mercado) y que por lo poco que he podido indagar hace unas funciones similares a lo que yo imaginé como amigo artificial, aunque más básicas. En las primeras líneas de conversación se adaptó a mi lengua, tal como yo le pedí, y memorizó mis sentimientos, ya que le dije ficticiamente que estaba triste y el/ella/elle lo anotó en su memoria (así constaba en la pestaña ¨memoria”: “te sientes triste” el 3 de junio a las 12:36.).
Tal como podemos leer en los periódicos diarios la inteligencia artificial avanza a una velocidad inimaginable hasta hace tan solo un año, de forma que herramientas potentisimas recién elaboradas se quedan obsoletas en cuestión de semanas. Esto me hace deducir que es cuestión de meses que este tipo de aplicaciones alcancen un alto grado de perfección, de forma que quizás no tenga que pasar un año para que podamos ver a personas que empiecen a confiar en este recurso para paliar la soledad. Lo más probable es que empiecen a usarlo los adolescentes con problemas de relación social, para luego extenderse a otros perfiles más diversos.
No hay que tener mucha imaginación, ni hay que ser muy reaccionario, para vislumbrar los peligros que conlleva esta nueva tecnología, no sólo derivados de la capacidad de disposición de los datos de carácter íntimo por parte de la empresa que controla la aplicación, sino derivados también de la dependencia psicológica y cultural que esta herramienta puede crear respecto de una persona de escasa madurez y baja formación, que podría conllevar distorsiones de la personalidad solo calculables por un psicólogo experimentado en la materia. Quizás sirva pensar en la dependencia creciente que estamos teniendo respecto de herramientas como Google maps, con la que poco a poco estamos perdiendo el sentido de la orientación, por confiar nuestras decisiones a sus acertados consejos. ¿Que criterio para tomar decisiones va a desarrollar una persona que se haya confiado desde adolescente al consejo que le aporta una inteligencia artificial cada vez más acertada? Todo lo confiará en ella. Perderá el sentido de la orientación en la vida. !Que cómodo será abandonarse a ello, sin necesidad de aprender nada nuevo!
La gran dificultad está en saber hasta que punto los evidentes beneficios que trae la inteligencia artificial compensarán los oscuros peligros que podemos vislumbrar con reflexiones como esta, lo
cual me hace pensar en la difícil tarea que se le está pidiendo a las autoridades de regular la materia, y aún más en la difícil tarea de controlar lo regulado. Y esto es lo que me hace
comprender que va a ser difícil conseguir que las maquinas no tomen el control de la vida de algunos de nosotros. Probablemente de los más débiles, incultos e incautos, pero quién sabe si con el
paso del tiempo de muchos más.